miércoles, 30 de enero de 2013

Aprender a vivir sin ti.



A
prender a vivir sin ti.

Aprender a vivir sin ti está siendo volver a nacer,
y digo volver a nacer porque me cuesta recordar
mi vida antes de tu paso por ella,
por lo que he tenido que matar todo lo que era,
todo lo que fuimos,
todo lo que ya no somos ni seremos,
para poder volver a ser.

Una vez resucitada,
he entendido en qué consistía la muerte:
En no encontrar tu recuerdo por ninguna parte.
Ahora que somos la suma
de todo lo que podríamos haber sido,
te reconozco que nada tiene sentido,
pero seguimos viviendo
aunque a veces escuece.
Me cuentan que tú sigues sonriendo en los andenes,
llorando en los aeropuertos
y arrastrando a las espaldas tu mochila salvavidas;
ese es el sentido de la vida,
seguir viendo cómo pasan los días,
fingiendo que todo cobra el sentido
del que carece.

Haberte visto huir con mis pies dejó más alfileres
para pinchar que para coser,
y eso es lo que todavía me cuesta asimilar
para tener valor de cicatrizarte,
que cuando empezó tu vuelo,
terminó mi aterrizaje.

martes, 1 de enero de 2013

Eternamente en libertad.

Eternamente en libertad.

Me hubiera gustado
encerrarte en un instante,
pero tú no estabas hecha
para las cajas de cristal;
decías que si se caen
se rompen,
quedan todos los cristales
por el suelo
y una vez que eso sucede
corres el riesgo
de ir andando descalza
y poderlos pisar.

Por eso aunque
me hubiera gustado
encerrarte en ese instante,
me tuve que conformar
con hacerlo eterno
de la única manera
que algo efímero
se puede futurizar,
rompiéndolo,
antes de que quedase
encerrado en una caja de cristal
y te cortases con los pedazos
esparcidos por el suelo.

Yo no quería eso,
yo te quería a ti,
mi condena fue quererte en libertad.